RENACER A UNA
VIDA RELIGIOSA
MÍSTICA Y PROFÉTICA
DIAGNÓSTICOS
ACTUALES
1. Vivencia quebrantada de
nuestra consagración
2. Malestar de qué se vive y
cómo se vive
3. La vocación: se soporta como
designio del destino Existencias
·
Amargadas
·
Frustradas
·
Sufridas
A la
“presencia” se refieren muchos elementos de significatividad o, mejor, ella es
el punto de conjunción de aspectos fundamentales de la vida consagrada. En ella
influyen ante todo individualmente las personas, el tono de su vida, aquello en
que creen y por lo cual se ponen en juego, sus elecciones frente a la cultura,
lo que se proponen ser y logran comunicar. Mientras que los “carismas” en su
aparecer y en su afirmarse están ligados a una experiencia “personal”, la
“presencia” está ligada estrechamente a la vida de la comunidad: su estilo de
relaciones, su capacidad de acoger y participar, su involución en el contexto,
su cercanía a la gente, las manifestaciones de su elección de Dios. La
comunidad, en efecto, se coloca como signo de la fraternidad, de la comunión
eclesial, de la presencia de Dios en la familia humana.
La
imagen que la “presencia” da de sí misma depende de la clase de servicio que
ofrece, de la mentalidad que transmite, de su colocación en el contexto
cultural y social, de los medios que utiliza. En el discernimiento para volver
a trazar las presencias se pueden privilegiar algunos de estos aspectos, en
particular los que resultan más relevantes para el carisma, como por ejemplo la
fraternidad, la misión..., o los que se consideran “generadores” de nuevas
actitudes, relaciones o mentalidades.
Como
había afirmado Juan Pablo II, la vida consagrada no tiene solamente “una
historia gloriosa para recordar y contar, sino una gran historia que construir”.
Por tanto, aunque conscientes del malestar que ella está atravesando, sobre
todo en Europa, por el envejecimiento del personal, el escaso flujo de
vocaciones y el nuevo contexto social, cultural y eclesial, creo poder afirmar
que el compromiso de renovación de órdenes, congregaciones e institutos a
partir del Concilio Vaticano II no ha sido inútil, antes bien, está dando sus
frutos.
Es cierto que la vida consagrada en Europa se
ha debilitado y encuentra difícil responder actualmente a las necesidades y
peticiones de la Iglesia. También es cierto que en su tiempo Pablo VI le pidió
ayuda para América Latina, especialmente después de la Conferencia del CELAM en
Medellín y, más tarde, lo hizo Juan Pablo II para África, Asia y Europa del
este. Pues bien, en ambas ocasiones nuestros institutos respondieron
generosamente, enviando misioneros europeos. Hoy debemos subrayar la aportación
notable que los religiosos de América Latina, Asia y África están ofreciendo a
las Iglesias de otros continentes.
CORAZONES QUE
HAN DEJADO DE LATIR EN RELACIÓN CON LA VOCACIÓN
CORAZONES
- Cansados
- Insatisfechos
- Desencantados
- Desilusionados
CORAZONES
·
Resentidos
·
Dolidos
·
Desorientados
·
Deprimidos
RENACER A LA ACCIÓN DEL
ESPÍRITU DE JESUCRISTO
·
Dejarnos
llevar por el Espíritu
·
Nuestra
forma de ser y de proceder se afinca en el seguimiento radical del Señor
·
Hemos
de renacer a una mística profética
·
Apasionarnos
por Cristo y en él por la humanidad
Nos
encontramos en la obra de Jesucristo al Espíritu Santo como guía y artífice de
la misma. Lo encontramos en el umbral mismo de la vida de Jesucristo: en la
encarnación como hacedor de la misma; y nos lo volvemos a encontrar al final,
sellando la obra redentora de Cristo, el día de Pentecostés. Está presente a lo
largo de toda su vida: lo conduce al desierto, lo unge en el Jordán, y se
establece entre los dos una perfecta unión de tal manera que el espíritu de
Cristo es el Espíritu Santo.
Quien
se deja llevar y, desde luego, transformar por el Espíritu Santo, consigue
alcanzar la felicidad, pues deposita su vida en las mejores manos. Aunque
muchos insistan en hablar sobre una religiosidad basada en el “súper hombre”,
la realidad es que necesitamos del Espíritu de Cristo, especialmente, para
superar las dificultades del camino, e ir creciendo como personas.
Es
cierto que, al dejarnos llevar por el Espíritu Santo, tenemos que renunciar a
muchas cosas como, por ejemplo, al materialismo imperante, sin embargo, no hay
nada más grande que entregarse al verdadero amor. Seguir las intuiciones e
inspiraciones del Divino Espíritu, exige luchar contra uno mismo, pues
francamente no es fácil decirle que si aceptamos lo que nos pide, sin embargo,
lejos de perder la paz personal, tenemos que superar el miedo y lanzarnos a la
gran aventura de vivir al ritmo del Espíritu Santo.
Es
así que Lucas nos dice en su evangelio: "Lo que estoy tratando de hacer
aquí es conseguir que se relajen, que no estén tan preocupados por conseguir o
buscar sus necesidades, entonces pueden responder a lo que Dios les está
brindando. Las personas que no conocen a Dios y su forma de trabajar, se
preocupan excesivamente por estas cosas, pero ustedes conocen a Dios y también
cómo trabaja. Sumérjanse en la realidad de Dios, en la iniciativa de Dios, en
las provisiones de Dios. Así encontrarán que sus preocupaciones humanas diarias
serán cumplidas. No tengan miedo de perder. ¡Ustedes son mis amigos más
queridos! ¡El Padre quiere darles el verdadero reino! "(Lucas 12:29-32).
Una comunidad
que se teje desde la autenticidad y la delicadeza
1. Transparencia fraterna y
confianza incondicional
2. Autenticidad del corazón: el
arte de saber escuchar
3. Manifestar lo que se es y lo
que se tiene
4. Asumir la verdad y desenmascarar
la falsedad
“El
amor de Cristo ha reunido a un gran número de discípulos para llegar a ser un
sola cosa, a fin de que en el Espíritu, como Él y gracias a Él, pudieran
responder al amor del Padre a lo largo de los siglos, amándolo «con todo el corazón,
con toda el alma, con todas las fuerzas» (Dt 6,5) y amando al prójimo «como a
sí mismos» (cf Mt 22,39).
Entre
estos discípulos, los reunidos en las comunidades religiosas, mujeres y hombres
«de toda lengua, raza, pueblo y tribu» (Ap 7,9), han sido y siguen siendo
todavía una expresión particularmente elocuente de este sublime e ilimitado
Amor. Nacidas «no del deseo de la carne o de la sangre» ni de simpatías
personales o de motivos humanos, sino «de Dios» (Jn 1,13), de una vocación
divina y de una divina atracción, las comunidades religiosas son un signo vivo
de la primacía del Amor de Dios que obra maravillas y del amor a Dios y a los
hermanos, como lo manifestó y vivió Jesucristo.
Dada
su relevancia para la vida y para la santidad de la Iglesia, es importante
tomar en consideración la vida de las comunidades religiosas concretas, tanto
las monásticas y contemplativas como las dedicadas a la actividad apostólica,
cada una según su propio y específico carácter. Lo que se dice de las
comunidades religiosas se entiende referido también a las comunidades de las
sociedades de vida apostólica, teniendo en cuenta su carácter y su legislación
propia”.
La coherencia
de una vida consagrada: actuar desde la transparencia
La
consagración bien sabemos que no es huída del mundo, ni camino para hacer e
bien a los demás. “No se abraza la vida consagrada en primer lugar para hacer
cosas buenas, porque hoy pueden hacerse de diversas manera, sino para estar
delante de Dios, como lo ha estado su Hijo, con la exclusividad de la
orientación de los afectos, los deseos, los proyectos y las expectativas.” Y
así, las personas que abrazan la vida consagrada no dejan de ser personas, por
el sólo hecho de consagrarse.
Si
se trata de transparencias, la vida religiosa no es más que eso, una especie de
cristal límpido en carne humana de la vida de Jesús de Nazaret. Un cristal de
larga historia, un cristal a veces opacado, otras veces escondido o
insignificante, pero siempre hecho cara humana. Creo sinceramente que hay mucho
perfume, y que hay mucha vida religiosa quebrantada, pero también pienso que la
transparencia es una decisión cotidiana, característica de todo aquel y aquella
que va aprendiendo a acoger la vida más que a pensar sobre ella. Transparencia,
por otra parte, sufrida y querida al mismo tiempo, hecha de heridas sin
cicatrizar y de pasos mal fundamentados. Y transparencia también amasada en la
confianza en un Dios que no nos deja huérfanos, y que quiere que el barro sea
nuestra señal de identidad, y que nos enseña que la presencia en medio del
pueblo de Dios no consiste en grandes hazañas, en números de afiliados, en
estadísticas a tope, y en conventos abarrotados.
Y AL
CONFIGURARSE, NADIE LO PUEDE ROMPER:
- Alguien mira sin acaparar y
descubre que la valentía no consiste en vociferar sino en mantenerse firme en
lo que conduce a una verdad radical;
- Después de mucho decir, uno
ve que lo que importa no es la promesa hecha, sino el camino de seguimiento que
cada día se reemprende y tras muchas batallas, se deja configurar por el Amor
único y totalizante de Jesús.
- Y, va descubriendo que su
felicidad está en no pretender riquezas ni seguridades y que la gratuidad es la
ropa que lleva puesta.
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