La situación
de la Vida Consagrada, según la visión de Benedicto XVI

Hablar
de la situación de la vida consagrada, y más a nivel mundial, no deja de ser
pretencioso. Abarcar todas las vicisitudes, la problemática, las
particularidades de este tipo de vida, pudiera parecer una encomiable empresa,
pero riesgosa. Dejar a un lado componentes principales, o recalcar aquellas que
no lo son, pudiera llevar a conclusiones falsas o desviadas de la realidad. Sin
embargo no debemos olvidar que un análisis, un diagnóstico, si bien se apoya en
la realidad, nunca puede reflejarla completamente. Los tentativos de presentar
una realidad tienen como finalidad última el llegar a conclusiones que ayuden a
mejorar dicha realidad. Quedarse simplemente en el análisis de la realidad sin
dar una interpretación a la misma para sugerir algunas soluciones, sería un
mero ejerció académico. Conocer la realidad, al menos en sus variables más
importantes, es el vehículo que nos debe llevar a encontrar medios adecuados
para mejorar la realidad.
Un
buen análisis de la realidad debe comenzar con una premisa: la sinceridad.
Aceptar la realidad tal como es, sin menospreciarla ni sobrestimarla. La
realidad de la vida consagrada es una y no se puede negar. De lo contrario no
seremos capaces de hacer algo por mejorarla. Si la realidad de la vida
consagrada no se considera con toda objetividad, se puede caer en el error de
pensar que es un organismo sano, cuando en verdad puede que adolezca de muchas
enfermedades. O por el contrario, puede pensarse que no tiene solución y se
caerá entonces en la desesperación, la desilusión o la depresión, actitudes muy
comunes estas últimas en el continente europeo.
Debemos
también considerar la persona que hace el análisis de la situación. Desde un
punto de vista meramente humano, quien posee informaciones de primera mano, de
diferentes fuentes, a nivel internacional, está en mejor posición para
dictaminar sobre la realidad de la vida consagrada, que quien posee una visión
parcial de la vida consagrada, porque la considera desde su propio punto de
vista, desde su ideología o porque toma en consideración sólo un sector
geográfico en donde se desarrolla la vida consagrada. Y si hablamos desde el
punto de vista espiritual, no podemos pasar inadvertida el hecho de que quien
ejerce el ministerio cetrino goza de una especial asistencia del Espíritu santo.
En
base a estas consideraciones podemos pensar que la visión de Benedicto XVI
sobre la situación de la vida consagrada goza de ciertos privilegios, humanos y
espirituales, que le permiten expresar sobre ella un juicio certero. Además es
muy conveniente tomar en cuenta que su formación académica, como profesor e
investigador, ha formado en él una mente analítica que le permite analizar
situaciones complejas, expresándolas en palabras claras, simples y llanas. Por
último, otro factor que juega a favor de Benedicto XVI en esta labor de
análisis de la situación de la vida consagrada, ha sido los juicios que sobre
ella da ha expresado en diversos momentos importantes de la historia de la
Iglesia. En primer lugar, como Cardenal Joseph Ratzinger y en calidad de
Prefecto de la Congregación de la fe católica, en la Propositio n.39 del Sínodo
de los obispos sobre la vida consagrada. Siempre como Prefecto de la
Congregación de la fe católica, y en segundo lugar en las intervenciones que ha
tenido sobre la oración cristiana y en
ocasión de la condena sobre el profetismo en la Iglesia.
Pensamos
por tanto que la visión de Benedicto XVI sobre la situación de la vida
consagrada es desde los puntos de vista antes enunciados, digna de ser tomada
en consideración como un punto de referencia para el análisis y la solución de
los problemas que aquejan a la vida consagrada y que por tanto el título de
este artículo no tiene nada de pretencioso, siempre en la visión de Benedicto
XVI.
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