El seguimiento a Jesús nos exige despojarnos de todo, aún renunciar al mundo familiar, social, económico y cultural. A todo aquello que nos ate y no nos deje la libertad para asumir todo lo que Jesús hizo por amor. Seguir a Jesús, tomando su cruz nos cuesta, nos asusta, pero es ir tras las huellas del Maestro, supone coherencia de vida, valentía. No buscar el arribismo, el tener más para dominar al otro. El seguimiento a Jesús es amor, entrega, abandonarnos en sus manos y ser conscientes que todo lo que hagamos lo hacemos en su nombre. Porque el camino de la cruz nos lleva a la libertad, a saber respetar y acoger a las personas como hermanos, como lo exige Pablo a Filemón: “Trata a Onésimo no como esclavo, sino como hermano muy querido. Quiérelo como yo, porque tú eres cristiano” (Fil 9,16.20).

jueves, 1 de marzo de 2012


Excelencia de la 
contemplación  



“¡Si conocieses el don de Dios!” (Jn 4,10). Esta es toda la vida espiritual del cristiano. Esta es la obra de la gracia en su alma. Y la escuela de la contemplación es la escuela de la intimidad de Dios. Y la escuela de la intimidad de Dios es la escuela de la santidad.

¿Cómo llegaré a la intimidad de Dios?

Ante todo, escuchándole. Sin ahogar su voz con mi propia palabrería. Hundiéndome en el silencio para oír su voz. Dios con su presencia me descubre a mí esa realidad mía que yo no conozco. Mi verdad. El enorme vacío de mi alma desnuda en la presencia de Dios. Y entonces esta verdad mía, mi realidad auténtica, es la que se vuelve hacia Dios en un acto supremo de acatamiento y de adoración. Algo que es sublime. Cierto, pero también muy posible.

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